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Honey se abre como un telón hacia un prostíbulo imaginario: una mano que lo levanta y, al fondo, la silueta difusa de una mujer. Cada imagen reúne a mis musas, portadoras de experiencias únicas. En su presencia, el dolor y el aislamiento conviven con la capacidad de ayudarme a salir de esa soledad, enseñándome a relativizar el daño que algunos hombres pudieron causar. Cada fotografía es un acto de memoria y encuentro, una reflexión sobre la belleza que habita en la vulnerabilidad, la introspección y la complejidad de la existencia femenina.

© Ana Maisonave

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