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La noche tiene su propio idioma. La luz que vibra, el licor que arde en la garganta, la música penetrando en el cuerpo, la locura que convierte lo imposible en posible y deja que las fantasías hallen su camino

Somos destellos, impulsos, fragmentos de una historia que se escribe sin permiso. La risa desafinada, el sudor, el parpadeo del neón, un beso robado, el sabor del alcohol que hace tambalear el tiempo. Todo es real y a la vez fugaz, como si la noche fuera un sueño del que despertamos con la sensación de haber vivido algo que no sabemos nombrar.

© Ana Maisonave

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